mujer



Un halo de misterio ha rondado siempre en torno al ser mujer. Estamos hechas de una extraña y mágica naturaleza que a pesar de los intentos milenarios por controlarnos, siempre ha sido indomable. 


Nos constituimos de alguna manera como la prueba indeleble de una naturaleza cíclica, en un mundo que con el pasar del tiempo se sumerge más y más en una vida lineal. Vivimos y experimentamos sensaciones tan particulares a lo largo de nuestras vidas, que siempre en varios o en algún momento supimos que sólo una mujer, una congénere, podría entenderlas. O si no, vaya y háblale a un hombre de lo que verdaderamente implica el instinto y la percepción. 


Nos han hecho creer mezquinamente que venimos de una costilla, tratando de eludir –incluso en nosotras mismas- que venimos de un útero, como el mío, como el de mi madre y la suya, como el de la primera mujer que habitó éste planeta y como el de la mujer que en este instante está siendo parida –por otra- y está respirando por si sola. Fuimos las mujeres las primeras en medir el tiempo en la historia de nuestra humanidad, ya que de una u otra manera siempre lo hemos llevado dentro, en ciclos, con la Luna. Estamos hechas de una extraña y mágica naturaleza de hembras que nos hace entender comportamientos y sentirnos aliadas con una leona, una perra, una loba, una gata, una gallina, una elefanta. Hembras todas. Nos han puesto títulos, nos han puesto rótulos, nos han arriado como vacas y hasta nos han bautizado y controlado químicamente mes tras mes; y nosotras, en silencio y cabizbajas hemos aceptado y adquirido cada uno de esos mezquinos mandatos. 


Somos un linaje, como un vasto y enorme tejido conectado desde la primera puntada hasta la última. Todas las mujeres de la humanidad estamos hermanadas o emparentadas. Y sin embargo han logrado separarnos, haciéndonos creer que somos nocivas y hasta enemigas, y nosotras en respuesta nos hemos mirado con envidias, odios y desconfianzas. Nada más triste. Sin embargo y sobreviviendo al paso de los milenios nuestra naturaleza salvaje e intuitiva siempre ha dormido con nosotras, nunca se ha extinguido y nos respira en la nuca. Tan cerca ha estado siempre de nosotras que ni siquiera hemos podido verla. 

Tenemos esa bella capacidad de soñar despiertas, de imaginar un mundo mejor y de hecho, de ponernos manos a la obra para conseguirlo. Las grandes reconstrucciones se han llevado adelante de las manos y la voluntad de la mujer. Las mujeres tenemos esa extraña capacidad de telequinesis, ponemos todo en movimiento solo con la voluntad y el pensamiento, y de pronto, todo echa a andar. 


La maravillosa herramienta que nuestra salvaje naturaleza nos otorga para crear e imaginar. Ahí, en ésa puntada de la creación es en dónde un claro de luna en medio del bosque permite a nuestra mujer salvaje aullar y es que sin darnos cuenta y por más inmersas que muchas de nosotras estén en el sistema y en lo vacío de la vida material, no dejamos ni dejaremos de ser quienes somos: mujeres, revestidas de poder.

No es necesario ser una súper zen o ser vegana, o irse a vivir al bosque más cercano a nuestras ciudades para hacer ése mágico contacto que nos lleva de regreso a nuestra naturaleza de poder. Nada de eso, es tan simple y tan natural como menstruar. Lo que si hay que tener presente, es que es un maravilloso camino de regreso y evolución al mismo tiempo, el cual, una vez se empieza a transitar es imposible volver atrás y no por que sea un mandato (¡basta de milenios de mandatos!) sino, por que es un universo paralelo: desconocido, y una vez lo conocemos y empezamos a estar despiertas, incluso cuando estamos dormidas, damos cuenta de todo lo que ha estado guardado para nosotras a lo largo de nuestra existencia y es tan maravilloso que ninguna querrá volver sobre sus pasos.

Darle rienda suelta a nuestra creatividad, nuestras ideas o nuestras palabras. Tan simple y maravilloso como apoderarse de una hoja en blanco y lápices de colores o pinturas y crear. Tan simple como otra hoja en blanco y escribir. Las mujeres imaginamos para crear, imaginamos para hacer tangible. El poder de la creatividad, la palabra y los colores lo llevamos dentro de, tenemos tan buenas ideas en tantos momentos de nuestra existencia que no merecen quedar sumidas en el limbo y la mala costumbre rutinaria de razonar; cuando nosotras hemos estado siempre revestidas del poder de sentir. 


Respetar las necesidades del cuerpo que en últimas es el vehículo del alma. Cuando queremos bailar, pues bailamos; queremos reír, pues reímos; queremos llorar, pues lloramos; queremos disfrutar del placer del sexo, pues lo disfrutamos. Dormir, comer, correr, sentarnos, pararnos. Si queremos hablar hasta por los codos o guardar silencio, también lo hacemos. O quizá queremos estar sumergidas en el sosiego y la soledad. Estamos inmersas en suciedades de consumo, que nos exigen y nos imponen, en dónde los límites del tiempo se han borrado por que es el bien más codiciado. Sociedades en las que respondemos a todo y a todos, menos a nosotras.

El camino de ser mujer es un maravilloso sendero que ha sido transitado por nuestras ancestras, madres y abuelas. Las mujeres que han ido tejiendo este linaje que es nuestras vidas, sembrando con intrepidez y fantasía el camino que nosotras debemos prolongar. En nuestras manos y voluntades está explorarnos, darle rienda suelta a toda nuestra capacidad, liberarnos de mandatos y sistemas de creencias que lo único que han hecho es limitarnos y expropiarnos de nuestros cuerpos y pensamientos, de nuestra naturaleza cíclica y salvaje. Naturaleza que siempre ha habitado en nosotras y que se despierta después de una hibernación milenaria, más allá del logro de metas y objetivos logremos reconciliarnos con las bellas y naturales formas que nos hacen mujer. Somos todas libres por naturaleza, sabemos cuando comienza, cuando termina, cuando nace, cuando muere, cuando irnos y cuando quedarnos. No nos restrinjamos más a las jaulas,  muchas de ellas, creadas por nosotras mismas. Aún en la jaula, el pájaro puede cantar, sin embargo, no puede volar. Volver, retornar a nosotras mismas a nuestra capacidad de percepción, entender que muchas de las cosas mágicas que nos pasan o pensamos y suponemos que no tienen explicación, si la tienen y reside precisamente en ésa naturaleza de mujer que nos impulsa a la mística y a la magia. 


Un maravilloso camino éste, el de ser mujer en el que ése halo de misterio se posiciona haciéndonos casi incomprensibles para el género opuesto. Bellas, hembras, poderosas, sabias, todas. Comandadas por ése no sé qué en no sé donde, que nos lleva y nos impulsa a ser y sentir, más no, a pensar y razonar, al fin y al cabo, el intelecto siempre tiene la razón, pero la intuición nunca se equivoca...

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