Ella


Su aroma es de avellanas
y al olerla me oxigeno,
y la huelo y me escapo
me reencuentro, me libero.

Suave y amable al tacto,
como dulce manjar de alma,
como miel en dulce panal.

Brilla como estrella en cielo negro.
La gloria de su luz,
la sabiduría de su oscuridad.

Es mía,
yo soy de Ella,
somos espejo.

Ella se hace posible en mi cuerpo
y me da las alas para volar a su encuentro.

Y el mundo externo no para de girar.
Ruidoso, alborotado y tan superfluo.

De pronto el universo entero se detiene,
cuando Ella estalla como furioso volcán,
y nada más existe, el resto deja de importar.

Quedamos solamente Ella y yo.
Somos vida y muerte al mismo tiempo,
las dos, en un mismo danzar.

Y respiro, renazco y me despierto
¡cuando se desborda Ella mi vientre!
Y la vida, una vez más echa a andar.

Y el bello olor de avellanas
 lo atesoro en mi alma.
Esperando una nueva Luna
en que mi sagrada sangre y yo,
Nos volvamos a encontrar.

mujer



Un halo de misterio ha rondado siempre en torno al ser mujer. Estamos hechas de una extraña y mágica naturaleza que a pesar de los intentos milenarios por controlarnos, siempre ha sido indomable. 


Nos constituimos de alguna manera como la prueba indeleble de una naturaleza cíclica, en un mundo que con el pasar del tiempo se sumerge más y más en una vida lineal. Vivimos y experimentamos sensaciones tan particulares a lo largo de nuestras vidas, que siempre en varios o en algún momento supimos que sólo una mujer, una congénere, podría entenderlas. O si no, vaya y háblale a un hombre de lo que verdaderamente implica el instinto y la percepción. 


Nos han hecho creer mezquinamente que venimos de una costilla, tratando de eludir –incluso en nosotras mismas- que venimos de un útero, como el mío, como el de mi madre y la suya, como el de la primera mujer que habitó éste planeta y como el de la mujer que en este instante está siendo parida –por otra- y está respirando por si sola. Fuimos las mujeres las primeras en medir el tiempo en la historia de nuestra humanidad, ya que de una u otra manera siempre lo hemos llevado dentro, en ciclos, con la Luna. Estamos hechas de una extraña y mágica naturaleza de hembras que nos hace entender comportamientos y sentirnos aliadas con una leona, una perra, una loba, una gata, una gallina, una elefanta. Hembras todas. Nos han puesto títulos, nos han puesto rótulos, nos han arriado como vacas y hasta nos han bautizado y controlado químicamente mes tras mes; y nosotras, en silencio y cabizbajas hemos aceptado y adquirido cada uno de esos mezquinos mandatos. 


Somos un linaje, como un vasto y enorme tejido conectado desde la primera puntada hasta la última. Todas las mujeres de la humanidad estamos hermanadas o emparentadas. Y sin embargo han logrado separarnos, haciéndonos creer que somos nocivas y hasta enemigas, y nosotras en respuesta nos hemos mirado con envidias, odios y desconfianzas. Nada más triste. Sin embargo y sobreviviendo al paso de los milenios nuestra naturaleza salvaje e intuitiva siempre ha dormido con nosotras, nunca se ha extinguido y nos respira en la nuca. Tan cerca ha estado siempre de nosotras que ni siquiera hemos podido verla. 

Tenemos esa bella capacidad de soñar despiertas, de imaginar un mundo mejor y de hecho, de ponernos manos a la obra para conseguirlo. Las grandes reconstrucciones se han llevado adelante de las manos y la voluntad de la mujer. Las mujeres tenemos esa extraña capacidad de telequinesis, ponemos todo en movimiento solo con la voluntad y el pensamiento, y de pronto, todo echa a andar. 


La maravillosa herramienta que nuestra salvaje naturaleza nos otorga para crear e imaginar. Ahí, en ésa puntada de la creación es en dónde un claro de luna en medio del bosque permite a nuestra mujer salvaje aullar y es que sin darnos cuenta y por más inmersas que muchas de nosotras estén en el sistema y en lo vacío de la vida material, no dejamos ni dejaremos de ser quienes somos: mujeres, revestidas de poder.

No es necesario ser una súper zen o ser vegana, o irse a vivir al bosque más cercano a nuestras ciudades para hacer ése mágico contacto que nos lleva de regreso a nuestra naturaleza de poder. Nada de eso, es tan simple y tan natural como menstruar. Lo que si hay que tener presente, es que es un maravilloso camino de regreso y evolución al mismo tiempo, el cual, una vez se empieza a transitar es imposible volver atrás y no por que sea un mandato (¡basta de milenios de mandatos!) sino, por que es un universo paralelo: desconocido, y una vez lo conocemos y empezamos a estar despiertas, incluso cuando estamos dormidas, damos cuenta de todo lo que ha estado guardado para nosotras a lo largo de nuestra existencia y es tan maravilloso que ninguna querrá volver sobre sus pasos.

Darle rienda suelta a nuestra creatividad, nuestras ideas o nuestras palabras. Tan simple y maravilloso como apoderarse de una hoja en blanco y lápices de colores o pinturas y crear. Tan simple como otra hoja en blanco y escribir. Las mujeres imaginamos para crear, imaginamos para hacer tangible. El poder de la creatividad, la palabra y los colores lo llevamos dentro de, tenemos tan buenas ideas en tantos momentos de nuestra existencia que no merecen quedar sumidas en el limbo y la mala costumbre rutinaria de razonar; cuando nosotras hemos estado siempre revestidas del poder de sentir. 


Respetar las necesidades del cuerpo que en últimas es el vehículo del alma. Cuando queremos bailar, pues bailamos; queremos reír, pues reímos; queremos llorar, pues lloramos; queremos disfrutar del placer del sexo, pues lo disfrutamos. Dormir, comer, correr, sentarnos, pararnos. Si queremos hablar hasta por los codos o guardar silencio, también lo hacemos. O quizá queremos estar sumergidas en el sosiego y la soledad. Estamos inmersas en suciedades de consumo, que nos exigen y nos imponen, en dónde los límites del tiempo se han borrado por que es el bien más codiciado. Sociedades en las que respondemos a todo y a todos, menos a nosotras.

El camino de ser mujer es un maravilloso sendero que ha sido transitado por nuestras ancestras, madres y abuelas. Las mujeres que han ido tejiendo este linaje que es nuestras vidas, sembrando con intrepidez y fantasía el camino que nosotras debemos prolongar. En nuestras manos y voluntades está explorarnos, darle rienda suelta a toda nuestra capacidad, liberarnos de mandatos y sistemas de creencias que lo único que han hecho es limitarnos y expropiarnos de nuestros cuerpos y pensamientos, de nuestra naturaleza cíclica y salvaje. Naturaleza que siempre ha habitado en nosotras y que se despierta después de una hibernación milenaria, más allá del logro de metas y objetivos logremos reconciliarnos con las bellas y naturales formas que nos hacen mujer. Somos todas libres por naturaleza, sabemos cuando comienza, cuando termina, cuando nace, cuando muere, cuando irnos y cuando quedarnos. No nos restrinjamos más a las jaulas,  muchas de ellas, creadas por nosotras mismas. Aún en la jaula, el pájaro puede cantar, sin embargo, no puede volar. Volver, retornar a nosotras mismas a nuestra capacidad de percepción, entender que muchas de las cosas mágicas que nos pasan o pensamos y suponemos que no tienen explicación, si la tienen y reside precisamente en ésa naturaleza de mujer que nos impulsa a la mística y a la magia. 


Un maravilloso camino éste, el de ser mujer en el que ése halo de misterio se posiciona haciéndonos casi incomprensibles para el género opuesto. Bellas, hembras, poderosas, sabias, todas. Comandadas por ése no sé qué en no sé donde, que nos lleva y nos impulsa a ser y sentir, más no, a pensar y razonar, al fin y al cabo, el intelecto siempre tiene la razón, pero la intuición nunca se equivoca...

documental

La menstruación y todo lo que ella abarca y cobija es el más grande tabú de la humanidad. Ya muchas sabemos de la existencia del documental de Diana Fabianova The Moon Inside you (La luna dentro de ti), somos muchas las que esperamos poder verlo completo y entender bien de que viene. Bueno, pues no ha sido fácil eso de llevarlo por el mundo, pero lo mejor es que poco a poco y gracias al voz a voz de hombres y mujeres concientes esto se está dando.

Las referencias sobre el documental ya muchas las tenemos, quienes no se hayan enterado aún de que viene está invitados a mirar y leer un poco en los siguientes lugares:




La noticia hoy es que The Moon Inside you se proyectará en Buenos Aires, mañana, jueves 5 de mayo, en el marco de la segunda edición del Festival Mujeres en Foco, festival internacional de cine por la equidad de género. Que además de documentales tiene una propuesta maravillosa con proyecciones y mesas-debate, la verdad es que para las que estamos en Buenos Aires sería un desperdicio perdérselo.

The Moon Inside You
Jueves 5 de mayo 2011
Alianza Francesa Av. Córdoba 936/946
20 a 22 hrs
Entrada libre.

Sin duda es una propuesta imperdible, allá nos vemos!

amar la mancha

Una mancha es una mancha, una mancha es algo que siempre de alguna manera incomoda por el simple hecho de ser mancha. Quizá y en realidad no incomode tanto, pero con tan sólo mencionar el término mancha, nuestra mente procesa la palabra en una imagen de algo manchado, y es justo ahí cuando caemos obviamente en una deducción peyorativa. Dicha categorización no es un tema semiológico, sino cultural. Las manchas nos remiten -por ejemplo- a las famosísimas frases calificativas y des-calificativas como: “la oveja negra de la familia” o “la blanca palomita” o la abominable “manchar el honor de la familia”. Y es que los colores han sido siempre referentes de indiscutible y silenciosa influencia en lo que es el mundo hoy por hoy. Pasado el tiempo se salió del habitual y clasista blanco y negro y sobre todo a principio del siglo pasado la paleta de colores culturales se abrió como abanico, pero no por ello fue más incluyente –como debió haber sido- sino, todo lo contrario. Entre la paleta más se expandió las mentes más se estrecharon y al descubrir un mundo de más colores, se construyeron sociedades con más prejuicios y estereotipos.

Cuclillas




Durante milenios las mujeres nos hemos sentado en cuclillas. Dejar de hacerlo ha contribuido a la perdida silenciosa de la conexión con la tierra y el distanciamiento de saberes ancestrales de nuestro linaje.

Estas dos mujeres a sus máximos diez años se refugian en sus cuclillas cuando advierten la presencia de una cámara. Una de ellas mantiene sus cuclillas y mantiene su mirada. Se preguntan que es lo que vamos a buscar (nosotros, los otros) a ése, su lugar. Y se responden con toda certeza que lo que ahí vemos y conocemos no es ni la mínima parte de la inagotable fuente de sabiduría que se susurran al oído y esconden bajo el agua y las faldas. Matronas de la tierra, Diosas del hogar.
 
Isla del Sol. Lago Titicaca, Bolivia


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