Cuando yo estaba en la escuela y en las clases de biología se aprendía y conocía a través de dibujitos el mal llamado “aparato reproductor femenino” estaban ellas, simétricas, conjuntas, hermanadas: nuestras trompas. Nunca entendí por que su nombre era como el de algunas mujeres casadas “de Falopio”. Así figuran todavía en los libros de Biología. Para ése entonces cuando le pregunté a mi maestra quien era Falopio, la indagué sobre el atribuido derecho de ése sujeto que se apoderaba de mis trompas. No tuve respuesta. Se limitó a explicarme lo que ya sabía y es que la ciencia siempre ha sido servil al sistema y al patriarcado. Ése mismo día le pregunté a mi madre quien era ése tipo y con que derecho tomaba posesión de las trompas de todas las mujeres. Ella, descolocada como mi maestra me demostró que ellas dos nunca se habían hecho ésa pregunta y que de la manera que fuera y aunque no tuviera respuesta, me sintiera afortunada de tener la posibilidad de generar polémica en la escuela, ya que en la época en que ellas iban al colegio, ése planteo además de inimaginable, habría sido imperdonable. Me respondió mi madre que no sabía, pero que ahora que yo lo preguntaba ella también quería saberlo y así me intimó a averiguarlo.
Han pasado muchos años desde que en la escuela y justo antes de encontrarme con mi menarquia me cuestioné el por que, para qué y sobre todo: ¿con que derecho? En aquel entonces todavía se contaba con la maravillosa herramienta de la ficha bibliográfica, era en la biblioteca dónde una se deleitaba buscando respuestas y se iba con más preguntas. Ahí, en aquel recinto mágico corroboré lo que ya sabía. Si, era un hombre. Pero por lo menos le pude ver la cara en una fotito de enciclopedia al sujeto que arbitrariamente se instaló en los libros de biología, haciéndose dueño de algo que ni siquiera posee, continuando con el que para mí es uno de los símbolos más textuales y tangibles de la domesticación de las mujeres y nuestra naturaleza salvaje: bautizar en la pila bautismal a nuestras trompas y ponerles por nombre para la historia, Trompas de Falopio.
Una sensación de amargura se me instaló en las entrañas, ya sabía quien era. No quisiera mencionar una sola palabra al respecto, por que es de por sí injusto y descontextualizado que al hablar de mis trompas caiga en el mismo error en el que hemos caído como humanidad desde el siglo XVI, que es evocarlas a ellas e inherente a su nombre aparezca el sujetito en cuestión. Mi amargura radicó precisamente en ello, ya sabía quien era, pero ¿que podía hacer? Cómo le gritaba al mundo que mis trompas son mías y las de mis hermanas son de ellas, que en nuestra sagrada complejidad perfecta no hay cabida para ése tipo de colonizaciones patriarcales. Que no somos de nadie, y por lo mismo tampoco lo son nuestras almas, mentes, voluntades, deseos y nuestros cuerpos. Mucho menos puede serlo nada que pertenezca a nuestro sagrado y místico templo femenino que se aloja en nuestros vientres. Nada, ninguna, nunca.
Volví a mi casa, con la respuesta a quien era el sujetito y con la impotencia de no poder hacer nada para cambiarlo. Mi madre indagó por las respuestas y ante mi descontento me recomendó que no me afligiera, que aunque no pudiera cambiar en primera instancia la historia servil de la ciencia, la cambiara en mí. Decidí entonces que a partir de ése día mis Trompas no serían de nadie más que no fuera yo, en mi bella anatomía de mujer desde aquel día no habría lugar a posesiones y a titulaciones de poder. Ése día las trompas de mi madre, fueron de mi madre. Desde ése día mis Trompas siempre han sido mías.
Pasados unos días volví a la biblioteca de mi colegio, le pedí a la bibliotecaria cuantos libros de biología pude cargar con mis manos, me refugié en los más alejados escritorios de lectura y decidí hacer justicia por mi cuenta y para mi linaje. Liquid paper en mano borré cuanto “de Falopio” me encontré. Para ésa ocasión salí feliz de ahí. Con la sensación del deber cumplido. A la hora del examen de biología, tenía que señalar y nombrar en el dibujito las trompas. Un par de flechas salían de ésas curvitas hermosas que tienen y el nombre que les di, fue el que en mi caso siempre les ha correspondido: Trompas de Alexandra.
A la hora de la nota, mi profesora no me calificó, me llamó y se sentó a indagar el porqué de mi planteo. Le expliqué que consideraba muy injusto y arbitrario que nuestras trompas “sean” de un alguien que no somos nosotras. Ella me recomendó no ser anarquista, yo le recomendé no ser sumisa. Apeló entonces a decirme que no fuera en contra de la ciencia, yo le dije que si tenía alguna duda de mi postura fuera a la biblioteca y se fijara como figuraba.
Nunca más me dijo nada, aprobé la materia y tomé el silencio de mi maestra como una reflexión de ella, quise creer siempre que ella también como mujer se apoderó de lo que es de ella, lo que le pertenece. Por que silenciosamente durante siglos hemos perdido el empoderamiento de nuestras trompas configurándose como la más masiva violación patriarcal de nuestros cuerpos y nuestra naturaleza. Por que nuestras trompas son nuestras y desde la ciencia y la bibliografía debe corregirse el error y horror garrafal, por que por más ínfimo que parezca es a nuestra naturaleza a la que le han puesto dueño, por que Gabriel Falopio, no sólo es Gabriel Falopio el anatomista, es la representación de la sociedad patriarcal castrantre, que cercena y atropella, que bautizó nuestra sagrada naturaleza en la misma época en la que nos quemaban y condenaban en la hoguera.
Por que nuestras trompas son nuestras, por que cada una de nosotras nos apoderemos y re-encontremos con nuestra esencia.-
MUY BUEN ARTICULO!!GRACIAS X RECORDAR LO Q TANTOS AÑOS..SIGLOS HEMOS TENIDO DORMIDO Y OLVIDADO...
ResponderEliminarAnónim@. Una de las mejores herramientas para volver a la matríz y al origen es el recuerdo. Gracias por compartirlo vos también.
ResponderEliminarHola!!
ResponderEliminarExcelente, gracias por compartirlo,por recordarlo.... eres realmente maravillosa, felicidades por tú valor, tú fuerza y coraje!!
Saludos cordiales!!!
Te llevo para mí blogroll
Martha.
ResponderEliminarTna bonita tu y tus palabras. Celebrar el coraje de todas que paso a paso, vientre más vientre, vamos sumando lo que por milenios nos han restado. Gracias por tu lectura, por tu comentario y por la inclusión en tu lugar. Abrazo fuerte preciosa!
Que linda informacion!! Nunca me habia puesto a pensar en ese horrible nombre con el que nos condenaron a llamar a nuestras trompas... Te agradezco por este dato! Abrazos de luz
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