Fue la pregunta afirmativa que me hizo quien es mi compañero hace casi tres años, hace algunos días mientras transitaba mi sagrado sangrado. Mi emoción se manifestó con la estupefacción, el enmudecimiento por varios motivos, no por ninguno en particular.
Como primera medida que la conclusión haya venido de él, cuando en primera persona la magia de la Luna la siento yo, agradecí profundamente su compenetración que aunque obvia o no para él, está siendo participe. Por otro lado que solo, sin que nadie se lo diga y sin tener ningún tipo de intromisión en el tema, se haya referido a mi sangrado como “recibir mi luna”, no fue la frase típica –y que de por si a mi me cae bastante mal- “estar in-dis-puesta”; no, recibes tu luna fueron sus palabras, brotaron de sus entrañas sin que nadie se las enseñara y con ello me bastó para agradecerle a ella, nuestra abuela Luna y nuestra madre Diosa, por que Ella cambia todo lo que toca, todo lo que Ella toca, cambia.
Mi respuesta fue afirmativa y feliz, y le dije que más que tranquila cada vez que recibo mi Luna estoy muy contenta, introspectiva y agradecida; y que ése tiempo al que él hacía referencia ha sido el tiempo en el que llevo sumergida en mi misma y por lo mismo en mi naturaleza sagrada, un par de años que han ido avanzando lenta pero profundamente en lo más hondo y salvaje de mi ser mujer, agradecí su compañía y su acompañamiento en este proceso en el que me encuentro siendo yo, en el que me identifico dentro de un linaje mágico y milenario y momento desde el cual, mes a mes, Luna tras Luna, mi sangre se ofrenda, vuelve a la madre, vuelve a la tierra, centro y matriz de la vida misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario